jueves, 30 de julio de 2009

La estación que está al borde de los caminos donde cantan los pocoyos


Hubo una vez un rapto de amorodio
que agarré como la gripe del primer invierno.
Me puse la bufanda, los guantes, el tapado
y salí a patear hacia adelante el frío del parque
donde quise ir a vender tu libro.

Me dieron una suma igual a nada
y cuando todo terminó
pude sentarme en una esquina,
INMUNE, casi al desnudo
abrazando mis rodillas.


Al mío no había otra que quemarlo,
encontré el árbol perfecto.
Ya no hay palabras que nos unan
pero así es mejor.

Lo que me gusta de vos es el cariño
que tenés adentro como un cáncer por tus enemigos.
Eso crece, es una epifanía duradera de tu propio yo.